Nadie pujó por el 2 de mayo de 1989 del siguiente lote y el 14 de noviembre se lo llevó un franchute. Finalmente salió el 10 de diciembre, el día de mi primer juicio. Defendí entonces al Peque Soto, un canalla acusado de liquidar a su abuela una vez ésta le hubo abierto el candado de su joyerito de nácar. Conseguí la absolución de quien acabara confesándome su culpabilidad.
Alguien superó mi puja. Sorprendente. Confiaba en hacerme con mi día sin contratiempos, para poder revivirlo cuantas veces quisiera. ¿Quién sería el aguafiestas? ¿Un caprichoso que querría regalárselo por su cumpleaños? ¿El enviado de la inevitable multinacional nipona con instrucción de pujar? Había descartado tal posibilidad, un vertido tóxico había arruinado la costa de Kushiro precisamente el 10 de diciembre, declarado por ello de luto nacional en Japón. Me volví, presa de una creciente ansiedad. Había envejecido mal pero lo reconocí. El Peque sonrió.
David, un microrrelato entre lo absurdo, la ciencia-ficción y el humor, casi nada.
ResponderEliminarMuy bien resuelto.
Por cierto, una pregunta que quizás no tenga respuesta: ¿Aquellos que publicaban en los blogs a diario dónde lo hacen ahora?
Un abrazo, maestro.
Lo hacen en editoriales, Nicolás, en editoriales ;-)
EliminarGracias por tus palabras, como siempre, generosas.
Un abrazo para ti también,
D.
Algunos, ¿pero todos? Es el Expediente X de Blogger. En fin...
EliminarUn abrazo, maestro.
El Peque también quería revivir su absolución, por lo visto.
ResponderEliminarEste micro tiene tema del concurso de Abogados ¿no?
Besitos
Sí, Elysa, bebe directamente del concurso de abogados y posteriormente lo incorporé a los Cruentos ejemplares.
EliminarEl Peque, ¡menudo pájaro!
Besitos,
D.
Señor Vivancos, siempre consigue hacerme sonreír.
ResponderEliminarBesos desde el aire
Es que usté forma parte de ese público más que agradecido. ¡Y yo que lo celebro!
EliminarBesos desde el bancal,
D.