jueves, 10 de noviembre de 2016

Azul

Distingo su silueta sobre la baranda de piedra. Dejo atrás la ropa recién tendida en la azotea. Oigo perfectamente cómo el viento que se ha levantado agita las sábanas húmedas cuando me aproximo a la gaviota. No se espanta. Al contrario. Me observa impertinente y retadora. Dudo unos instantes porque estos bichos siempre me han dado miedo. Las gaviotas y los enanos. Finalmente decido dar el último paso y la gaviota insolente abandona la baranda y se aleja batiendo las alas.

Dejo las pinzas de tender en el suelo. Me acodo y contemplo los bloques de enfrente. Las persianas a medio subir, la cortina que se agita en el balcón entreabierto, la vecina que riega los geranios. El perfil de la ciudad, tan característico, y, detrás, la línea azul oscuro trazada en el horizonte. Los reflejos plateados arrancados por el sol radiante de mediodía. El cielo diáfano. Y el viento, que trae hasta mí el aroma del salitre.

Disfruto de la vista y, sin embargo, la misma ciudad provoca en mí inquietud. El sonido de la hélice de un helicóptero lejano, las sirenas de las ambulancias, abajo, anuncian que algo extraordinario está pasando, ahora mismo, en Madrid.

2 comentarios:

  1. Sí que tiene poesía, Vivancos. Me gusta mucho este micro porque confieso que en algunos rincones en Madrid me ha atacado el olor a mar. Sería nostalgia.
    Un abrazo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Bien dicho, Dinamita! ¡Tú sí que sabes captar mi lírica!

      Otro abrazo para ti.

      PD. Pero tú eras canaria, ¿verdad?

      Eliminar